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domenica 21 dicembre 2014

PODEMOS: "UNIR A LA IZQUIERDA NO ES IMPORTANTE"

Roberto Ciccarelli 
Un libro sobre el que hoy es el primer partido en España: Podemos. Matteo Pucciarelli – Giacomo Russo Spena: Podemos. La sinistra spagnola oltre la sinistra, Edizioni Alegre (2014).
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“Unir a la izquierda no es importante” ha dicho Pablo Iglesias, el carismático líder de Podemos contesta a Matteo Pucciarelli y Giacomo Russo Spena en un libro sobre el que hoy es el primer partido en España: Podemos. La sinistra spagnola oltre la sinistra (Alegre, 2014). Esta es una de las declaraciones más importantes de un reportaje posterior a otro escrito hace pocos meses sobre la Syriza de Alexis Tsipras que marca una distancia irreversible con respecto a la discusión italiana sobre el frente popular. Tal unión no se corresponde ya a un conflicto real, más bien el conflicto se desarrolla entre las partes que deberían realizarla. Una unión que, no por casualidad, ya no es posible.


El disgusto por la izquierda
“Izquierda” es una palabra impresentable en sociedad. Para los españoles indica la vergüenza de la corrupción del PSOE; para los franceses significa el nefasto social-liberalismo de los socialistas de Hollande; para los italianos el oportunismo cínico, infantil y autoritario del Partido Democrático de Renzi. Para todos los que se sienten de izquierda, la izquierda es sinónimo de malestar. Pucciarelli e Russo Spena pretenden explicar por qué en España, no se habla ya de “izquierda”, como una aspiración y una identidad, sino de “izquierda” como una prática constituyente. Por esto “unir a la izquierda” es una idea que ha sido abandonada por manifiesta incompatibilidad con el sentido común creado por los potentes movimientos contra la austeridad y la corrupción en España desde 2011 hasta hoy.

Con sencillez casi teleológica, este libro muestra que es posible hacer coincidir los deseos con la vida de la gente, algo que el neoliberalismo ha hecho imposible. O, al menos, así lo parece. Para entender el espectacular ascenso de Podemos desde las elecciones europeas de mayo hasta hoy, quien en Italia se defina “de izquierda” –aunque lo mismo vale para quien se reconoce en los “movimientos” – debería hacer un esfuerzo aparentemente prohibitivo.

En primer lugar, “izquierda” no es el resultado de la suma de identidades o redes, encargos políticos, individualidades egoístas y competitivas, sino un proceso de auto-transformación de las identidades así como del campo politico en el que se reconocen. El movimiento es complicado, y se llama inmanencia. En este movimiento entre estar en contra y dentro de un espacio de “izquierda” está la política hoy.

Qué es la izquierda “conservadora”
Iglesias también dice que la “izquierda es conservadora”. Lo dice desde un punto de vista de izquierda, de quien viene de los movimientos –No Global y los desobedientes. Iglesias, como Tsipras estuvo en Génova en julio de 2001, junto a medio millón de personas llegadas de toda Europa. Su punto de vista no es el de Renzi y, antes, de Berlusconi. Es el que siempre han mantenido los movimientos de los años setenta hasta hoy. Antes contra el PCI y hoy contra la izquierda neoliberal. Para Iglesias la izquierda es conservadora en toda Europa, y no sólo en Italia, porque es la expresión de países conservadores que conservan el recuerdo de una edad de oro: el viejo pacto fordista-keynesiano, aquel que permitió a la clase obrera aspirar a convertirse en “clase media” y a la “clase media” ser el centro de gravedad permanente de la política, de la sociedad, dentro de los flujos económicos y corruptivos de una sociedad en descomposición.

Hoy aquella edad de oro es imposible: el capital financiero expropia la riqueza común; el estado existe para destruir el Welfare y afirmar el estado penal contra los ciudadanos. Pensar que la clase media sea el sujeto que restaure la normalidad perdida es pura ilusión, así como es ilusoria la idea de reconstruir un equilibrio entre democracia y capitalismo. Podemos, además, es la primera manifestación de una subjetividad masiva que rompe el frente del bipartidismo, y los grandes acuerdos, entre socialistas y conservadores, mostrando la posibilidad –pendiente de comprender y sobre todo de practicar– de crear de modo diverso normas e instituciones dentro de una democracia participativa, radical y desde abajo, no delegada ni representativa.

Fuera del campo grillino
Podemos es un ovni para el pequeño viejo mundo de la política italiana. De repente, los cómplices del sentido común han restringido la comedia a Cinque Stelle. Sin embargo Iglesias, y el grupo de la Universidad Complutense de Madrid citan –en público, menos en TV– a Toni Negri, Gramsci, Ernesto Laclau o Venezuela. Hablan de “movimientos”, “socialismo”, semejándose a la primera generación del movimiento operario europeo.

No plantean el problema de la propiedad de los medios de producción ni de la revolución –por eso no pueden ser definidos “comunistas”. Considerando las relaciones de fuerza en España, y en Europa, sería del todo prematuro, por no decir grotesco. Dicen ser realistas, buscan el consenso, pero no le tienen antipatía a Marx. De momento, más que comunistas, son socialistas europeos, reformistas y de izquierda, aunque todavía es pronto para las definiciones. Como en el caso de Syriza, mucho dependerá de llegar al gobierno. Una experiencia insidiosa para todos, hoy, en Europa.

La ambición desmesurada de su líder Pablo Iglesias, con la cual Pucciarelli y Russo Spena no parecen simpatizar mucho, no pretende establecer una dictadura en el partido sino desarrollar una fuerza política. Es cierto que Podemos protesta contra la “casta”. Pero esto no basta para reducirlo al folklore grillino. La protesta es contra la corrupción endémica del capitalismo financiero y la democracia europea. Además, la democracia electrónica de Podemos no la lleva una empresa como Casaleggio&Associati. Los diputados europeos han fijado su sueldo en 1700€ y no han buscado entenderse con Farage y otros liberales xenófobos y nacionalistas europeos. Están en la izquierda europea y buscan alianzas y coaliciones con otros movimientos.

Podemos ha adquirido la principal innovación cultural de los movimientos del siglo XX, aquella que Deleuze y Guattari definían como la teoría de los “bloques de alianza”. Un enfoque inconcebible para la actitud  totalitaria de Cinque Stelle.

Política de los deseos
Entendámonos, toda aspiración democrática es legítima: dedicarse al voluntariado, crear un club de lectura, auspiciar una reunión de vecinos. Y también construir la izquierda. Y no importa que el mismo eslogan haya conocido éxitos electorales particularmente mediocres, un acto de testimonio marginal dentro de un campo político evaporado desde el fin del PCI y después la implosión de Rifondazione comunista de Bertinotti.

En España quienes forman Podemos –“possiamo”, verbo que vale como una exhortación, pero también como la realización de una potencialidad, además de un poder colectivo– no recitan las tablas de la ley como el evangelio en cada asamblea de la izquierda, a todos los niveles. Se debe, más no se puede hacer. Se alude a la posibilidad de existir, incluso si no se existe. Habría derechos, pero no se pueden tener. Se podría trabajar, pero ahora no es posible. Se puede soñar, pero después. En cambio, lo podemos hacer ya y ahora, es decir, en el tiempo de la política: el presente.

Hacer política hoy

La conclusión de esta tesis Pucciarelli y Russo Spena la encuentran en los testimonios de activistas y dirigentes de Podemos: «La política es deseo. Hacer política en el siglo XXI es pensar en las condiciones de explotación del obrero chino, la negación del derecho a la enseñanza de los estudiantes españoles, los problemas de salubridad en las favelas de Rio de Janeiro, la precariedad del investigador italiano o la rabia del gay ruso. La política es desear ser parte de la gente que crea otro mundo». 
«Queremos ocupar el centro de la escena política. Deseamos que nuestra historia y nuestro proyecto se conviertan en mayoritarios, sin mediaciones con el sistema político que gobierna desde 1978. Nosotros representamos el futuro».

Hacer política en el presente significa liberar el deseo; identificarse con una parte de los sin parte; colocarse en la división entre roles y clases, pero desde el punto de vista de lo universal. Esto significa abolir la división misma.

La diferencia con quien quiere “construir la izquierda” es colosal. Se remonta a Marx: no es necesario colocarse en un espacio ya dado (esto es, la “izquierda”), sino abolir las reglas que han creado tal división del espacio político para abrir el campo a lo universal. Así se explica el malestar de Podemos con la derecha y la izquierda. Su política es claramente de izquierda, pero excede programáticamente la división clásica procedente de la Revolución francesa. En esta “excedencia” nace la apertura que hace afluir el aliento, crea el entusiasmo, la identificación con un universal concreto y singular, el deseo de actuar juntos.

El problema del populismo
«Nosotros estamos por la unidad popular, un concepto más amplio que el de la unidad de la izquierda” añade Iglesias. No es una definición insignificante, no exenta de ambivalencia. Designa un campo que el socialismo neo-bolivariano, o las teorías sobre el populismo de Ernesto Laclau en las que se reconoce Podemos, declinan de manera muy diversa del “populismo digital” grillino. 
El “pueblo” es lo universal que está más allá de la “derecha” y la “izquierda” y cambia las divisiones de los roles que tradicionalmente se asignan a estos conceptos. Para Grillo esta función la desarrollan los “ciudadanos”.
En el pueblo Podemos identifica un sujeto general de la política, el 99% al que se referían Occupy Wall Street o los indignados. Es el mismo concepto en el que el filósofo argentino Laclau ha intentado identificar el significante vacío trascendental que resume las instancias heterogéneas que provienen desde la base. El pueblo es el sujeto universal que se llena con estas “demandas” y expresa la “hegemonía” del grupo que se ha apoderado del poder. Verosímilmente, con las elecciones a las que se presenta Podemos.
Laclau comprende el riesgo del liderismo, la identificación del jefe con su pueblo, pero se nuestra favorable a la idea de que el jefe pueda ser el “medium” de los deseos de “su” pueblo, el universal encarnado que permite la actualización de la justicia. Pucciarelli y Russo Spena explican en el reportaje como este riesgo puede provocar un conflicto político con quienes apoyan una estrategia “desde las bases” y articulada según el canon clásico del partido novecentista. En la política populista “de izquierda” el conflicto con el líder es otro aspecto de la lucha de clases.

El pueblo, como la izquierda, es sin embargo una palabra impronunciable en Europa. Es el punto de referencia de la derecha porque reclama escenarios políticos neo-soberanistas y nacionalistas contrarios al europeismo político de Tsipras. No sólo eso. El pueblo se presenta siempre como sujeto dividido, nunca uniforme. Siempre en manos de los grupos a la búsqueda de la hegemonía.
La paradoja democrática
Para el crítico americano Fredric Jameson este es el legado de la herencia lacaniana en el pensamiento de Laclau y, luego, de los “populistas de izquierda” que viven en Venezuela o en España. Primero negado, y luego afirmado, el sujeto de su política se presenta dividido y nunca unificable. Al mismo tiempo, sin embargo, se identifica en los programas revolucionarios que ofrecen atractivas imágenes de unificación y totalidad (“la unidad popular”) a los individuos para combatir el neoliberalismo.
Para Jameson esta propuesta se ve comprometida por un error de base: la homología entre sujeto individual y totalidad social. El sujeto «post-marxista», reivindicado por Iglesias y la ‘inteligencia’ de Podemos, razona sobre un individuo o sobre «movimientos sociales» que compiten entre sí agitando las banderas de su identidad, una realidad que conocemos bien desde los años ochenta. No es casualidad que en los testimonios recogidos por Pucciarelli y Russo Spena en España este tema retorno frecuentemente.
La lucha por la hegemonía en Europa se juega toda en la capacidad de afrontar esta paradoja democrática, el verdadero problema político contemporáneo. Podemos intenta hacerlo a partir de esta pregunta: ¿qué es un movimiento de izquierda que repudia su pertenecía a la izquierda?

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